Siempre es la lluvia

IndiscutibleMente
Es por su causa
Que en las noches 
De primavera
Quedó pasmado, pensativo.
Bajo el volumen de la música
Apago las luces 
Y escucho, siento, la lluvia.

La lluvia limpia, lava
Purifica y vivifica
Se lleva todo, 
lolo que nos fastidia
Y también lo que queremos,
Con el blando traqueteo
En monótono contrapunto 
A los murmullos de la noche...

El viejo farol frente a mi ventana,
Ilumina una avalancha de diamantes
Que rompen su ficticia rudeza y perfección
Contra el asfalto estoico
(El fuego desintegra, despeja,
Volatiliza las decepciones,
Pero el agua arrastra todo de manera impudica,
deja sus despojos
moribundos de tristeza y humedad
ante nuestros asombrados ojos,
todo lo que parecía severamente sólido.
Esa es, ni más ni menos, su misión)

Y en un silencio de derrota
A las tres de la mañana
Vuelve a estallar en un crescendo
Incansable y vengativo.
El agua limpia, purifica,
A su manera,
Pero en la mecánica memoria 
De sus azorados testigos
Es  melancólica y cínica enemiga del olvido.

Y en la añosa ventana
De esta casa, 
Mi casa, que ahora digo mía
Pero pronto tomará la vestimenta
De una inevitable pesadilla
Veo pasar los octubres
Tras decenas de pesados octubres
Y pienso en todas y en ninguna
Si, un poco en vos
Pero no por tanto tiempo
Cuando las nubes dejen de 
Enseñarse los dientes, con ladrisos de trueno,
Volverán, otra vez, la congoja silenciosa
La soledad y la miseria
A sisear sus oraciones
Con el viento tibio de la madrugada 














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